miércoles, 29 de septiembre de 2010

Entre la filosofía y la legalidad.


Notoriamente hace ya un año que la Corte Constitucional emano una sentencia de constitucionalidad donde reconocía efectivamente algunos derechos a las parejas del mismo sexo en Colombia, a saber la sentencia C - 029/09 donde se estudiaron algunas disposiciones legales, además de hacer una análisis profundo en torno a los derechos que se deben reconocer a estas parejas. Notoriamente la sentencia reconocerá como muestra de un acto histórico, derechos legales a las parejas del mismo sexo, lo que efectivamente marca un hito en la historia colombiana; esto a pesar de que en el Congreso de la República los intentos por la emanación de leyes que cumplan estas especificidades, no han sido procedentes, en virtud de los tantos moralistas que ocupan las curules y que con sus argumentos decimónicos con un marcado acento religioso recalcitrante no ha permitido realizar un análisis y reflexión académico-legal serio y objetivo.
Por vía de la labor reflexiva que ha hecho la Corte Constitucional en relación con la demanda de inconstititucionalidad alrededor de algunos aspectos legales que desconocían aspectos relativos a la igualdad de derechos, un buen análisis que deviene en la providencia que reconoce dichos derecho y se convierte en precedente jurídico. Sin embargo es bueno hacer alusión a la objeción que hace el Magistrado Nelson Pinilla, quien deja sentado el precedente acerca de lo que él considera es un asunto antinatural, textualmente afirma en relación con el propósito de la sentencia “....se inscribe dentro de la tendencia que busca llevar a normalizar lo que es anormal biológicamente, contrario a la naturaleza, que sólo concibe la pareja heterosexual, formada por hombre y mujer”.
Hay en este aspecto fundamentalmente una perspectiva muy particular en torno al hombre, la discusión se abre a los postulados de una antropología, que no se establece desde la especificidad de una disciplina sino de un saber como la filosofía misma; el hecho de afirmar y determinar tajantemente lo que es natural de lo que no lo es, está remitiendo a una concepción de hombre, denotándole una característica universal y de obligatorio cumplimiento, lo que es natural es así sin ninguna discusión, ¿pero quién determina lo que es natural? ¿Sobre qué se funda dicho calificativo? Notoriamente esto debe remitirnos a una referencia de lo que se ha dicho en torno al fenómeno humano; aquellos que inician la reflexión racional en el mundo occidental, fundados en un contexto cultural particular, los griegos, han denotado y otorgado, particularmente a partir de una pregunta acerca de la fundamentación ultima de la realidad, a la humanidad con un mismo fundamento. En la pregunta por el fundamento de la realidad se dan varias opciones en la evolución del pensamiento filosófico sin embargo es de resaltar que para los más representativos de los pensadores de la época Platón y Aristóteles la realidad está fundada en el primero por realidades inmutables y trascendentes que denomina eidos y para el segundo substancia, y en esa fundamentación el hombre no escapa a su composición en virtud de que hace parte de la realidad que se quiere fundamentar. En esa medida desde la perspectiva platónica el eidos o idea pertenece a un plano metafenoménico, y a ese mismo plano pertenece el alma quien constituye esencialmente lo que es el hombre y esa característica se constituye en el elemento natural de este.
Aristóteles remitirá a lo mismo en virtud de su afirmación por la substancia particular del hombre, su racionalidad. De esta manera al alma corresponde la facultad de conocer tal como lo dejan explicito en sus obras, y eso hace que el hombre sea hombre, diríamos particularmente que en ese sentido la naturaleza del hombre para los griegos seria su alma es decir su capacidad racional, que denota pensar, accionar, decir.  El Medioevo particularmente retomará los postulados del mundo griego dándole un fundamento mayor y de más validez a partir del concepto de D-s como garantía de la naturaleza misma de la realidad y del hombre. De esta manera no será cuestionado el hecho de que hay una sustancia particular que denota la configuración particular de lo que es el hombre, que le funda y le da razón de ser y lo define. Esto quedará aceptado particularmente con unas variaciones que no representaran mucha problemática, sin embargo hay momentos en que dicha naturaleza humana se va a ver discutida a partir de los presupuestos que replantean la racionalidad humana. Momentos como los de Nietszche que va a criticar la razón occidental en virtud de su fundamento esclavista que ha hecho del hombre un ser sumiso a otros que han legitimado su soberanía en los mismos fundamentos naturales. Por otro lado Freud va a replantearnos el asunto de la racionalidad demostrando que no solo hay se actúa racionalmente, sino que hay un factor del inconsciente que en oportunidades afecta el obrar, y el mismo pensar. Igualmente el acontecimiento de las guerras mundiales han puesto en interrogante el hecho mismo de la racionalidad humana como parte fundamental de la humanidad. Es decir por tanto que en la evolución del pensamiento la naturaleza humana que se había presentado como imperativa se cuestiona, se indaga, se rechaza como una característica inmutable e imperecedera.
Hablar entonces de naturaleza nos remite a unos factores absolutos que deben cumplirse como tal, que no tienen discusión en virtud de que no siguen el orden racional humano, sin embargo en el trasfondo de la aseveración del magistrado subyace una inclinación muy antigua en torno a la comprensión del asunto humano. Esto se debe asociar a los aspectos de lo que según él, se entiende por naturaleza, y no es más que un conjunto de leyes de carácter universal de obligatorio cumplimiento. Sin embargo cabe la pregunta si en cuestiones humanas ¿es válido hablar en términos de naturaleza aplicándolo al hombre? Efectivamente no se puede desconocer que el hombre hace parte de la naturaleza, y obedece a leyes universales; pero en el ámbito al que lo remite el magistrado las cosas deben cuestionarse, esto porque lo natural es irracional por excelencia, no podemos al estilo griego denotar al orden natural la característica de un Logos organizador, o como en el Medioevo un dios que organiza todo según unas leyes inmutables; de acuerdo se está, en que la realidad humana hace parte de ese elemento natural, pero en lo que compete a su accionar no puede estar determinado desde la inmutabilidad y estaticidad de ella.
Cuando se remite el hecho de que naturalmente se ha dado las relaciones humanas referidas a la unión en términos de hombre y mujer, se está cayendo en un error que se funda en una creencia particular; en el campo de la acción humana la elección se hace particularmente esencial a su autonomía, no es cuestión de una universalidad establecida, porque igualmente podría afirmarse que dichos asuntos universales en virtud de su carácter tendría que cumplirse a cabalidad en todo momento histórico y espacio geográfico; esto analizado desde una perspectiva cultural se torna complicado, cada cultura obedece unos patrones diferentes, lo consuetudinario se hace imperativo a cada cultura, de ahí que no se pueda argumentar dicha naturalidad. Más de fondo sin embargo no se puede argumentar desde unos aspectos que carecen de universalidad misma, incluso las reflexiones planteadas desde la perspectiva estructuralista cuestionarán dichas referencias, develando que efectivamente lo que se considera natural no es más que el producto de la cultura particular, tal como Foucault va a hacer alusión en su obra. Teniendo en cuenta estos aspectos podremos seguir afirmando que lo natural es esto o aquello, y por eso seguir segregando grupos de personas y ciudadanos que tienen el mismo derecho a cualquier otro considerado normal.
Sentar un precedente desde un dogmatismo filosófico o religioso lleva a la exclusión, tal como sucedió en la colonia, en los tiempos de la esclavitud, gracias a los sofismas  que se usan para legitimarlos. Cabe incluso preguntarle al magistrado si evidentemente ha hecho reflexión sobre estos aspectos o simplemente se une a lo que se dice, a una existencia inautentica tal como la afirma Heidegger o se ha sentado a reflexionar seriamente sobre lo que denota su afirmación y su fundamento. Claramente podemos inferir que de eso poco saben aquellos que afirman estas cuestiones; y dejo un precedente que después abordaré, en Colombia no tenemos legisladores, tenemos moralistas, los padres de la moral, que se sumergen en asuntos de parapolítica, que se venden al poder de turno…
Es muy complicado sentar precedentes sin hacer una reflexión filosófica seria y más aun cuando tiene repercusiones en la legalidad, en la ciudadanía misma; un problema de este talante es imperativo que se analice a fondo y la ciudadanía misma debería hacer uso de mecanismos para derogar a aquellos que efectivamente no le representa, pero esto no solo es por parte de los legisladores o de las altas cortes, es una reflexión en la sociedad misma. Se agradece sin embargo que la pretensión no presento un desenlace diferente, sino que hubo personas conscientes y serias que descubrieron que el anterior fundamento carece de validez en la reflexión legal.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Pensar es para todos.

Pensar ese caracter particular del ser humano, tiene tanto uso que tiende a perderse el sentido del mismo acto, se enajena facilmente, manipulado, exiliado de sí mismo, pero este espacio permite decir cualquier cosa, hablar de los temas que interesan, de las críticas frente a lo que sucede, eso sí enmarcandolo en una reflexión sin sentido para muchos pero con mucho sentido para pocos.

Cuando nos sumergimos en cuestiones del orden del pensamiento, pareciese que nos propusieramos abordar el asunto desde una filosofia del pensamiento, una teorización del conocimiento, sin embargo no es la tarea que me propongo, sino simplemente analizar un calificativo otorgado desde hace ya tiempo al ser humano, no redundar en lo que es, ni redundar en como acceden las ideas al él, sino mirar la posibilidad que se tiene de instrumentalización en el ámbito de los aconteceres humanos.
 
Ese caracter tan bien marcado en el ser humano como pensante, como aquel que sabe que sabe, podríamos definitivamente desligarlo de esa categoria, el caracter de pensante no está ligado al hecho del saber, el saber es la función del ejercicio del pensar, que en muchos se ha opacado, que pocos han utilizado, sino muestra clara de dicho asunto no es más que la masa anónima, que compone una sociedad, y que no hacen más que conducirse por los caminos trazados por quienes detentan el poder. ¿Podríamos seguir llamando al ser humano pensante? no han sido pocos los detractores de dicho concepto, Nietszche, Freud, entre tantos, que han puesto de relieve que efectivamente la irracionalidad acompaña nuesta vida, que aquello que nos es propio no es lo que efectivamente se cree que es. Horkeimer devela el caracter instrumentalizado de está condición; las dos guerras mundiales nos han situado en la época del suicidio de la razón tal como muchos pensadores han referido, ¿entonces por qué seguir con este concepto? 

Seguiremos hablando de eso porque efectivamente al mejor estilo profético del antiguo testamento, se hace el llamado al hombre para que ejercite el pensar con el saber, el saber se aprende, se ejercita, tal como los griegos nos lo han hecho notar; el saber es una virtud, es decir una practica constante de la potencialidad del pensar, por tanto no se puede prentender que por la condición humana que tenemos, ya podemos denominarnos pensantes, sólo lo somos en la medida en que la ejercitamos. ¿Aceptamos el reto?